El cerebro humano rechaza la información gráfica que resulte demasiado insulsa o extremadamente caótica. El círculo cromático organiza las tonalidades de tal forma que permite discernir con claridad qué combinaciones de colores formarán un contraste agradable para el cerebro y cuáles diluirán la atención del espectador porque desentonan o se difuminan.
El círculo cromático constituye la herramienta más importante para comprender el contraste de los colores. La tradición de modelar los colores de este modo se remonta a Isaac Newton, y la mayoría de nosotros tuvimos una primera toma de contacto con ella cuando íbamos a primaria.
Los colores en contraste son los que se encuentran en posiciones directamente opuestas del círculo cromático como, por ejemplo, el rojo y el verde, en naranja y el azul, o el amarillo y el morado. Si pones dos colores en contraste uno al lado del otro, les conferirás una luminosidad e intensidad mayores.
Si los mezclas, se neutralizarán mutuamente. Para crear un contraste cromático, debes elegir un color de la mitad “oscura” del círculo cromático (la parte en la que se encuentran los colores rojizos, los azulados y los violáceos).
El otro color pertenecerá a la mitad “clara”, en la que residen los amarillentos, los anaranjados y los verdosos. Si iluminas el color claro y oscureces oscuro, ¡crearás un contraste máximo! Los colores contrastarán entre sí de una forma que se nos antojará natural, pero se trata ni más ni menos que de la aplicación de las leyes del contraste cromático.
Pon a prueba tus habilidades identificando el color que posee un mayor contraste con la tonalidad que aparece en el centro.
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